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LA CAZA Y EL SENTIMIENTO MORAL.

LA CAZA Y EL SENTIMIENTO MORAL.

Publicado en el diario El Cordillerano el 19-11-16.

Hace ya algunas semanas circulaban por internet varias fotos de un safari de caza por ífrica de Victoria Vanucci y Matías Garfunkel. Como sucedió con todas las fotos de ese estilo, los comentarios en contra no esperaron y las voces de repudio se hicieron oír.

Hace ya algunas semanas circulaban por internet varias fotos de un safari de caza por áfrica de Victoria Vanucci y Matías Garfunkel. Como sucedió con todas las fotos de ese estilo, los comentarios en contra no esperaron y las voces de repudio se hicieron oír.

Estas reacciones suceden en todas las fotos en que se muestran inocentes e indefensos animales asesinados por la certera y potente bala de un arma mortal. Basta recordar el escándalo de hace algunos años atrás (2012) que envolvió al Rey Juan Carlos de España posando delante de un elefante cazado. 

Sin dudas estas fotos no ayudan a la reputación de los cazadores, quienes se ven como presas de la indignación de los defensores de los animales y de los que simplemente están en desacuerdo con esas prácticas. Claro que frente al documento irrefutable del animal asesinado la ira se despierta y muchos de esos comentarios son agresivos, humillantes y atacan a las personas certeramente. 

Lo llamativo de este caso es que esta semana Victoria Vanucci anunció que demandará a las redes sociales, Facebook, Twitter e Instagram, por la afectación de su reputación. Escuché en los medios a especialistas decir que es posible demandar a las redes sociales por “facilitar” el medio para que las personas puedan ofenderla. 

Al respecto quería expresar mi opinión, aunque creo que a ellos no les importarán pero les puede servir a otros en una situación parecida. Creo que el remedio elegido, como dice un viejo refrán no hace más que echar nafta al fuego. Cuando el efecto de las fotografías ya se estaba apagándose, estas declaraciones no hicieron más que reavivar la polémica y nuevamente el matrimonio fue blanco de comentarios, críticas y memes. El Rey Juan Carlos de España en su oportunidad usó una estrategia mejor. Inmediatamente pidió disculpas públicamente y mostró arrepentimiento. 

Pueden demandar a las redes sociales. Luego se discutirá el grado de éxito del reclamo, si quieren llamar éxito a las sumasde dinero que pudieran obtener. Yo les quiero decir otra cosa: pueden, pero no deben demandar a las redes sociales.

Podría desarrollar diferentes teorías sobre la justicia y la moral. Pero me parece mejor cerrar con algunos fragmentos de la obra de León Tolstói “La caza y el sentimiento moral”: 

“[…] Es verdad que la caza no es la mayor de las infamias que nos quedan de lo pasado; pero el aumento desvergonzado que ha adquirido en nuestro tiempo, es muy instructivo. La enseñanza que de ello se deduce es esta: Que no se puede disimular el objeto de la caza con palabras rimbombantes, que sirven para ocultar el verdadero carácter de las manifestaciones bárbaras. Pero la razón siempre está dispuestaa justificar toda villanía. Esto es lo que me sucedió cuando empecé adudar de la inocencia de la caza, y no quería privarme del disfrutede tal placer. Vergüenza me da recordar las justificaciones ingeniosas que inventaba en aquélla época, para tener el derecho moral de entregarme a mi distracción favorita.

 Recuerdo que una de esas justificaciones consistía en decirme que todo animal, de presa o no, destruye otros seres vivientes. El lobo se come a los carneros y liebres; éstos se tragan con la hierba gran cantidad de insectos que también desean vivir. Así, matando en la caza un solo animal, salvo con ello la vida de los seres que ese animal habría destruido, si continuara viviendo.

Satisfecho con este pretexto, que me parecía una razón convincente, continuaba cazando. 

Un día, apostado en la linde del bosque durante una batida, derribé de un tiro a un lobo, y luego fui hacia él para rematarlo con un garrote que tenía preparado para tal objeto. Le dí en la nariz, el sitio más sensible del animal. Me miró a los ojos, y a cada golpe lanzaba un suspiro ahogado. Pronto se agitaron convulsivamente sus patas, se estiraron, moviólas un ligero estremecimiento, y después quedaron rígidas. Volví rápidamente a mi sitio muy emocionado, y me oculté detrás de un árbol, acechando una nueva víctima.

Por la noche, en la cama me acordé de mis impresiones durante el día, y me representé el momento en que oí cerca de mí un ruido entre los matorrales y apareció el lobo, lanzando miradas en torno. Me acuerdo de que el animal no me vio, y que oyendo detrás de él los gritos de los ojeadores, huyó del bosque para lanzarse a campo traviesa, y de cómo en aquel instante le derribó la bala de mi fusil y cómo lo rematé.

Aquel recuerdo me hacía latir el corazón y sentía con delicia las emociones de la jornada. Sentía una verdadera voluptuosidad recordando los padecimientos del animal expirante. Pero, poco a poco, sentí malestar y después comprendí, por el corazón y no por la razón, que ese asesinato era una mala acción, ya un peor que ella el placer que me procuraba, y mucho peor aún, la mala fe con que trataba de justificarme. 

únicamente entonces la razón me demostró la falsedad de mi argumentación anterior en pro de la caza; y que el lobo podía decir de igual modo que comiéndose las liebres, salvaba a los insectos tragados al mismo tiempo que la hierba; que las liebres podrían razonar de igual modo, y que los insectos también se disculparían a su vez. 

Este mal sofisma no vale quizá la pena de ser recordado; pero, analizando los sofismas, se acuerda uno de su analogía con las grandes frases con que estamos acostumbrados a velar las infamias mayores de la vida moderna y que tan corrientes son en la sociedad.

Me acuerdo de la época en que el peligro corrido por los cazadores en las grandes batidas, adquiría a mis ojos gran valor. No notaba entonces que los hombres se las componen siempre de modo que corran menos riesgo que las fieras, y que, además, arriesgando la vida por puro capricho, lejos de disminuir su culpabilidad, la aumentan. Existen tantos medios de servir al prójimo arriesgando la vida, que es un crimen exponerla por gusto. 

Pero si los cazadores se alaban del peligro que corren a veces, no advierten jamás el peligro moral, incomparablemente más grande, que corren cada vez que cazan.[…]”1. 

1. Gutierrez-Alvarez J., Lev Tolstói: aristócrata, cristiano y anarquista. Sant Cugat del Vallès, Barcelona: Amelia Romero, Editora: Los Libros de la Frontera. 2011 (New York, NY.: Digitalia Inc, 2012). 

Sebastián A. Gamen
Profesor - Abogado especialista en Derecho informático y Nuevas tecnologías.
Contacto:
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