Nota publicada en el diario Perfil el 24-03-21
Entró en vigencia el derecho a reparar en europa, de acuerdo a la ley aprobada el pasado 25 de noviembre de 2020 por el Parlamento Europeo.
Entró en
vigencia el derecho a reparar en europa, de acuerdo a la ley aprobada el pasado
25 de noviembre de 2020 por el Parlamento Europeo.
Este derecho
tiene varias aristas. La primera es que los fabricantes deben ofrecer piezas de
repuesto, actualizaciones de software y los manuales de reparación de los
productos de una manera clara y fácilmente legible en el momento de la compra.
Por el otro lado, dando un giro de 180 grados a lo que venía ocurriendo en la
sociedad de consumo, esta normativa busca que las reparaciones sean
sistemáticas, rentables y atractivas para los consumidores.
Para
incentivar a los consumidores a reparar se fomentará la normalización de las
piezas de los productos. Establecerá un plazo mínimo obligatorio para la
provisión de repuestos, garantizará un precio razonable de esas piezas, que
torne rentable la industria de la reparación. Se ampliarán los plazos de
garantía tanto de los productos nuevos -10 años-, como también se evaluará
establecer una garantía legal de las reparaciones realizadas. Se buscará
alentar la profesión de reparadores ya sea autorizados como
independientes.
Todas estas
medidas buscan evitar la obsolescencia programada de las cosas, aumentar la
vida útil de los electrónicos, y en consecuencia lograr un mundo más
sustentable.
Se estima que
con estas medidas se ahorrarán unos 16 kilos de basura electrónica por año, por
cada ciudadano europeo. Se dejarán de gastar 711 millones de metros cúbicos de
agua al año gracias a la reparación de las lavadoras y 16 millones por los
lavavajillas, según estimaciones realizadas.
¿Qué es la obsolescencia programada?
La
obsolescencia programada consiste en que el fabricante determina la duración
del producto, ya sea acortándole su vida útil o directamente dejando de
prestarle asistencia técnica.
El concepto
de obsolescencia programada tomó fuerza en 1932, cuando EEUU
estaba sumergido en la gran depresión económica. Su objetivo era obligar a las
fábricas a producir bienes que se deterioraban fácilmente y tuvieran que ser
sustituidos, reactivando de ese modo el consumo. Llegaron al punto de querer
imponer la obsolescencia por ley, es decir los productos tendrían una fecha de
expiración y vencido el plazo todos deberían entregarlos, aunque funcionaran,
para tomar uno nuevo.
El caso
típico y que se menciona siempre sobre el tema es el de la lamparita eléctrica.
¿Cómo es posible que en 1911 una lamparita tuviera una duración certificada de
2500 horas y cien años después su vida útil se haya visto reducida a la mitad?
Phoebus era el nombre del cartel que redujo la duración de las lamparitas de
1500 horas a 1000 horas en 1940 y menos aún, con el trascurrir de los años. En ese
cartel mundial estaban OSRAM, Phillips, General Electrics, y empresas de todo
el mundo.
En oposición
se creó la bombilla de Livermore. Esa bombilla fue creada en Ohio, y su
filamento fue diseñado por Adolphe Chaillet. Una de esas bombillas fue
instalada en el cuartel de bomberos de esa ciudad en 1901 y sigue funcionando
sin interrupción hasta hoy. Se puede ver por internet a través de una webcam,
que dicho sea de paso ya tuvieron que cambiar dos veces. Llamativamente se
rompieron dos webcam y la lámpara sigue funcionando.
Sin embargo,
el mundo está cambiando y las nuevas generaciones ya no ven con buenos ojos el
consumismo indiscriminado. Existe una nueva tendencia orientada a compartir y
alquilar, aparecen las aplicaciones de economías colaborativas. El Instituto
Tecnológico de Massachusetts (MIT) calcula un potencial de 110.000 millones de
dólares y actualmente mueve 26.000 millones por año. Volviendo al ejemplo de la
lamparita, hoy tenemos las luces led que duran entre 50.000 y 100.000 horas.
El modelo Francés.
La Asamblea
Nacional francesa aprobó el año pasado un sistema muy particular para
fomentar las reparaciones, consistente en un índice de calificaciones de reparabilidad
de electrodomésticos. Con este sistema se espera que en los próximos 5 años se
aumente en un 60% la tasa de reparación de productos electrónicos.
Este índice
que ya está vigente desde enero de este año usa un sistema de calificaciones que
se calculan con base a cinco criterios: facilidad de reparación, precio de las
piezas, disponibilidad de repuestos, disponibilidad de documentación de
reparación y una medida final que varía según el tipo de dispositivo. A partir
de los 12 meses de la vigencia, se impondrán multas que pueden llegar a los
U$S20 mil para los productores, distribuidores y vendedores que no cumplan con
ello. Se prevé para el 2024 otro dato que ayude al consumidor a elegir el
producto que será el índice de durabilidad.
Se espera que
este sistema sea replicado por otros países de la Comunidad europea. Las
asociaciones de consumidores ven positivamente este sistema.
Un poco de racionalidad.
Para ilustrar
las bases de esta normativa se menciona que el consumo europeo está siendo
sostenido por recursos extraídos y procesados fuera del continente. Se
pretende, de acuerdo al 7° Plan de Acción Medioambiental de la UE, que para
2050 el consumo de europa esté dentro de los límites y posibilidades
ambientales. Hoy en día se necesitaría 2,8 planetas Tierra para poder
satisfacer el consumo, si todos los habitantes del planeta pudieran consumir
como los europeos.
Este andar
hacia la racionalidad en el consumo parece que ya está en ritmo. Antes de esta
nueva normativa, en 2016, el Parlamento Europeo aprobó el informe “Sobre una
vida útil más larga de los productos: beneficios para los consumidores y las
empresas (2016/2272(INI))”,
y la UE estableció medidas para una economía más sostenible, relacionada con la
prevención de residuos y el diseño de productos.
Todas estas primeras
iniciativas son prometedoras, pero somos los consumidores que debemos exigir
más acciones en esta dirección, para construir un real cambio de paradigma
hacia una economía robusta y menos consumista.