Nota publicada en el diario Perfil el 07-04-20.
El flamante año nos recibió con la noticia desde China sobre un nuevo coronavirus que estaba infectando a los humanos, sumamente contagioso.
El flamante año nos recibió con la noticia
desde China sobre un nuevo coronavirus que estaba infectando a los humanos,
sumamente contagioso.
La Organización Mundial de la Salud (OMS)
alertaba de la peligrosidad del virus pero, también advertía al mundo sobre el
peligro que significaba esperarlo de brazos cruzados.
Creo que estamos ahora en las antípodas de la
pasividad que nos recriminaba la OMS y el mundo está tomando medidas contra la
pandemia, acompañados por los medios de comunicación que a base de sembrar el
miedo quieren que se cumpla el aislamiento social.
Informar no es necesariamente mostrar todo lo
que ocurre. Decir que Italia tiene un elevado número de muertos por día a causa
del coronavirus, no es lo mismo que mostrar los ataúdes. Contar una por una las
muertes por causa del coronavirus no ayuda a tranquilizar a la población para
que puedan pensar correctamente. Las noticias falsas no ayudan para tomar
buenas decisiones sobre cómo prevenirse del contagio de la enfermedad, sobre cómo
atender a la familia, o sobre como sostener la economía mientras dure la
pandemia.
Informar no es, ni por asomo, lo que está
ocurriendo en las redes sociales.
Las redes sociales han
fallado.
No hay dudas que esta pandemia tomo por
sorpresa al mundo entero. No hubo un solo país que estuviere preparado para
algo así. Lo mismo ocurrió con las redes sociales.
Desde hace mucho tiempo que se cuestionaba a
las redes sociales, y la pasividad que tenían para filtrar y eliminar las
noticias falsas.
Ante la gravedad de la situación que estamos
viviendo, la tolerancia a las noticias falsas debe ser igual a cero.
Sin embargo, en tiempos de pandemia las
noticias no desaparecen. Se contagian con la misma rapidez que el virus.
Una publicación de Facebook que cita a un médico
japonés recomendando beber agua cada 15 minutos para eliminar cualquier virus
que pueda haber entrado en la boca, se compartió millones de veces. Y así
podemos encontrar la que recomendaba comer ajo, la que decían que el nuevo
coronavirus no infecta a los niños, que el virus no puede transmitirse en zonas
con climas cálidos y húmedos. O por ejemplo, la que decía que el virus no
resistía el calor y por ello debían tomar infusiones calientes.
Es tan absurdo y perverso el sistema
informativo de las redes sociales que hasta el Presidente cayó en las fake news
y dijo en declaración pública que “La Organización Mundial de la Salud, entre
otras cosas, recomienda que uno tome muchas bebidas calientes porque el calor
mata el virus" SIC.
Una oportunidad
perdida.
“No escribimos las noticias que la gente lee en
la plataforma. Pero también sabemos que hacemos mucho más que distribuir
noticias y que somos una parte importante del discurso público”, dijo Mark
Zuckerberg al hacer su balance anual a finales del 2016.
Si le preguntara a cualquier dueño de medio
gráfico o televisivo si le gustaría tener el poder de llegar con sus
comunicaciones a más de dos mil doscientos millones de personas por todo el
mundo me respondería con un indubitado sí.
No tengo ningún encono con Facebook. Mi crítica
aplica para todas las redes sociales. YouTube tiene dos mil millones de
usuarios, igual que WhatsApp. Instagram ochocientos millones, Twitter tiene más
de 300 millones de usuarios activos, nada mal tampoco.
Las redes sociales no han sabido capitalizar su
acumulación de usuarios para hacer el bien. Es necesario comunicar
tranquilidad, dar sosiego a la población mundial. Hay personas que están solas
pasando por esto, y es una obligación de todos brindarles ayuda y calma. Son
muchos los suicidios que se están dando por el mundo por el coronavirus, y
podrían ser muchos más si los medios de comunicación no comienzan a calmar las
aguas y a transmitir un poco de calma.
Recibí durante años publicidades poco
interesantes, pop-ups avasallantes, u ofrecimientos de cambiar la imagen de
perfil por causas que ni siquiera pertenecían a mi ubicación geográfica. Facebook
me ha propuesto un marco para celebrar la final de la Champions league, o el
estreno de una película de Star Wars.
En estos tiempos en que se hace tan necesaria
la información útil, los usuarios de las redes sociales no hemos recibido nada.
Estamos huérfanos. Por el contrario, proliferan las noticias falsas, los
agravios políticos de un u otro bando, las estupideces por doquier.
Todo esto nos demuestra que las redes sociales
no son tan necesarias como pensábamos, algo que ya muchos veníamos sospechando.
La abulia, la escasa resiliencia y la falta de
actitud de los responsables de las redes sociales nos indican que la
acumulación de poder no siempre va de la mano de buenas acciones para una
sociedad mejor, más justa, más comprometida.
Me dirán muchos que la culpa de la
proliferación de las noticias falsas o amarillistas no es de las redes sociales
sino de los usuarios que las publican y viralizan.
Como dijo Humberto Eco: "Si la televisión
había promovido al tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía
superior, el drama de Internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el
portador de la verdad. Las redes sociales le dan el derecho de hablar a
legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de
vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora
tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los
imbéciles".
Lo que dicen puede ser verdad. Pero en mi
opinión la culpa no es del chancho sino del que le da de comer.
Las redes sociales han perdido una oportunidad
única para hacer el bien, para demostrar su poder de comunicación en beneficio
de sus usuarios y de la población mundial; y por sobre todo para detener con
vehemencia las noticias falsas.